Cuando se escucha el nombre de arquitectura bioclimática, es habitual que se identifique con algo vinculado a algún movimiento ecologista, con una arquitectura «hippy» muy arraigada a la naturaleza, o con algún tipo de arquitectura reciclable. No es así.
La arquitectura bioclimática – o de elevada eficiencia energética – es aquella que tiene por objeto la consecución de un gran nivel de confort térmico mediante la adecuación del diseño, la geometría, la orientación y la construcción del edificio a las condiciones climáticas de su entorno. Se trata, pues de una arquitectura adaptada al medio ambiente, sensible al impacto que provoca en la naturaleza, y que intenta minimizar el consumo energético y con él, la contaminación ambiental.
El desarrollo de los nuevos sistemas de acondicionamiento ambiental, que antaño suponían bajos costes de los combustibles, además de las tendencias arquitectónicas del momento, derivaron en una arquitectura indiferenciada, repetitiva para cualquier situación climática. Caracterizada por unos edificios sin orientación, isótropos, envueltos casi siempre en un muro cortina. En este contexto, alcanzar un nivel de confort dependía únicamente de los equipos de climatización, con el consiguiente derroche energético que supone.
La clave
Por el contrario, la arquitectura bioclimática utiliza como elemento de control térmico el propio diseño arquitectónico:
- Orientación
- Protección solar
- Proporción exacta de huecos acristalados
- Soluciones constructivas estudiadas
- Materiales apropiados
El propio edificio se comporta como una máquina térmica que capta energía gratuita, energías renovables y no contaminantes, la conserva, y por último la distribuye. La arquitectura bioclimática tiene como principal dificultad el hecho de que un mismo edificio tiene que dar una respuesta integral al acondicionamiento higrotérmico, es decir, tanto en condiciones de invierno como en verano.
En climas continentales, de grandes diferencias de temperaturas entre estaciones, supone un reto para el arquitecto dar con una solución global que permita tanto la captación de energía en invierno, como la refrigeración en verano. De esta forma, un edificio proyectado y construido con criterios bioclimáticos, puede ser incluso autosuficiente energéticamente. Sin embargo, éstos son casos excepcionales que son difícilmente aplicables a la mayoría de los proyectos.
Aun así, cualquier edificio puede, aplicando técnicas bioclimáticas, alcanzar un ahorro de energía convencional de hasta un 60% sin sobrecosto en el precio de la construcción y sobre todo, sin que ello suponga ningún condicionante estético, o que afecte a la imagen final del proyecto. La utilización de criterios bioclimáticos en el proyecto de arquitectura es siempre positivo, aunque en algunos casos el rendimiento sea superior que en otros.
Quizá uno en el que los beneficios se hacen más inmediatos y evidentes es el caso de la rehabilitación de edificios en los cascos antiguos. En estos viejos edificios contamos con un elemento que nos es precioso en cualquier técnica bioclimática que empleemos: los patios de luces. A través de ellos podemos canalizar la iluminación natural, y lo podemos utilizar como instrumento de captación y de refrigeración en todo el edificio.
Por último, una reflexión
Intentar conseguir una vivienda experimental autosuficiente energéticamente puede ser un proyecto fascinante, pero desde el punto de vista medioambiental, sería muchísimo más beneficioso si entre todos consiguiéramos un pequeño ahorro en todas las viviendas. La suma de pequeñas actuaciones puntuales, además de suponer un importante ahorro para los usuarios, supone un ahorro global para la economía del país y, sobre todo, una reducción de las emisiones de CO2 a la atmósfera, con lo que contribuiríamos a reducir la contaminación atmosférica. El esfuerzo indudablemente vale la pena.
Florencio Manteca
EXCELENTE TRABAJO!